Plegaria Eucarística C
En esta plegaria, las líneas en cursiva son dichas por el Pueblo.
El Celebrante, sea obispo o sacerdote, de cara al pueblo, canta o dice:
El Señor sea con ustedes.
Y con tu espíritu.
Elevemos los corazones.
Los elevamos al Señor.
Demos gracias a Dios nuestro Señor.
Es justo darle gracias y alabanza.
El Celebrante continúa:
Dios de todo poder, Soberano del universo, tú eres digno de gloria y alabanza.
Gloria a ti, ahora y por siempre.
A tu mandato, todas las cosas lleg aron a ser: la vasta extensión del espacio interestelar, las galaxias, los soles, los planetas en su trayectoria, y esta frágil tierra, nuestro hogar insular.
Por tu voluntad fueron creadas y tienen su ser.
De los elementos primarios formaste la raza huma na y nos bendijiste con la memoria, la razón y la destreza. Nos hiciste soberanos de la creación. Mas nos volvimos contra ti, traicionando tu confianza, y también nos volvimos unos contra otros.
Ten misericordia, Señor, porque somos pecadores delante de ti.
Una y otra vez, nos llamaste a regresar. Por los profetas y los sabios, nos revelaste tu justa Ley. Y en la plenitud de los tiempos enviaste a tu único Hijo, nacido de mujer, para cumplir tu Ley, y abrirnos el camino de libertad y paz.
Por su sangre nos ha reconciliado.
Por sus heridas somos sanados.
Por tanto te alabamos, uniéndonos a los coros celestiales, con los profetas, apóstoles y mártires, y con aquéllos de todas las generaciones que te han buscado con esperanza, para proclamar con ellos el incesante himno de tu gloria:
Celebrante y Pueblo:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
El Celebrante continúa:
Y así, Padre, los que hemos sido redimidos por él y hechos un pueblo nuevo por medio del agua y del Espíritu, traemos ahora ante ti estos dones. Santifícalos por tu Espíritu Santo para que sean el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo.
Al decir las palabras relativas al pan el Celebrante lo toma en sus manos o impone una mano sobre el; y al decir las palabras relativas al cáliz lo toma en sus manos o impone una mano sobre él y sobre cualquier otro recipiente con vino que hubiere de consagrarse.
En la noche en que fue traicionado, tomó pan, dijo la bendición, partió el pan y lo dio a sus amigos, y dijo: “Tomen y coman. Este es mi Cuerpo, entregado por ustedes. Hagan esto como memorial mío.”
Después de la cena tomó el cáliz, dio gracias, y dijo: “Beban todos de él. Esta es mi Sangre del nuevo Pacto, sangre derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados. Siempre que lo beban, háganlo como memorial mío.”
Recordando ahora su obra de redención, y ofreciéndote este sacrificio de ac ción de gracias,
Celebramos su muerte y resurrección,
mientras esperamos el día de su venida.
Señor Dios de nuestros Padres; Dios de Abrahán, Isaac y Jacob; Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo: Abre nuestros ojos para ver tu mano en el mundo que nos rodea. Líbranos de la presunción de acercarnos a esta Mesa buscando sólo consuelo y no fortaleza; buscando sólo perdón y no renovación. Que la gracia de esta Santa Comunión nos haga un solo cuerpo, un solo espíritu en Cristo, a fin de que dignamente sirvam os al mundo en su nombre.
Señor resucitado, muéstrate a nosotros en la fracción del Pan.
Padre, acepta estas plegarias y alabanzas, por Jesucristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, a quien contigo y el Espíritu Santo, tu Iglesia rinde honor, gloria y adoración de generación en generación. AMEN.